El auge en moda sostenible ha surgido en los últimos años apoyado por la crítica social en las redes sociales. Sin embargo, la exigencia de lo diferente engaña a la población; en realidad el fast fashion se basa en la promoción de tendencias efímeras cuyas prendas las posee toda la población por la facilidad a su acceso. La democratización de la moda no es un pecado capital, es un avance hacia una sociedad más igualitaria. En realidad, es lo que se ha hecho con ella, la deformidad del estilo, donde reside el problema.
Entre video hauls y unboxings (vídeos en los que usuarios y usuarias de redes sociales explican a sus seguidores qué han comprado y cómo les ha llegado) se ha olvidado que, como decía el icónico diseñador y estilista Alber Elbaz, “el estilo es lo único que no puedes comprar, no está en una bolsa de compras, una etiqueta o un precio. Es algo reflejado desde nuestra alma al mundo exterior, una emoción».
La moda es cultura, diseño, arte, comunidad y vida para millones de personas que viven de ella o a través de ella. El diseño de moda sostenible es el encargado de buscar principio y fin en la naturaleza para que la moda constituya un paso más en el ecosistema, gracias a la circularidad.