La tragedia electrónica
25 Oct 2022 /

La tragedia electrónica

La realizadora y guionista Cosima Dannoritzer ya nos impactó con su documental sobre la obsolescencia programada, allá por 2011, que popularizó la expresión y nos confirmó lo que sospechábamos: todos los aparatos electrónicos están destinados a una vida corta, lo que nos lleva a «comprar, tirar, comprar», y sus graves consecuencias medioambientales. El documental tuvo muchísima repercusión, fue emitido en más de 30 países y obtuvo premios internacionales. 

Dannoritzer volvió a la carga, años después, con «La tragedia electrónica», donde nos contaba que cada año más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos (ordenadores, teléfonos, electrodomésticos) son desechados en el mundo desarrollado. Más de 50 millones de toneladas. De ellas, el 75% desaparece de los circuitos legales de reciclaje y acaban arrojados en vertederos africanos y asiáticos ilegalmente, con consecuencias nefastas en la vida y la salud de sus habitantes, por no hablar del daño planetario.

El consumo masivo de dispositivos electrónicos en los países ricos tiene su cara oscura en esa chatarra tecnológica que ahoga al Tercer Mundo. 

Ese 25% que sí que es reciclado de forma legal en plantas autorizadas en España es una cifra que hay que revertir: lo que no reciclemos llevando a un punto limpio es pasto del tráfico ilegal de chatarra. Según cuenta Dannoritzer, ese tráfico ilegal de basura electrónica mueve ya más dinero que el negocio de la droga. 

Con estos datos encima de la mesa, el reciclaje electrónico se presenta clave para poder recuperar materiales (vidrio y plástico) y reinsertarlos en el sistema productivo, a la vez que se reduce el impacto ambiental de desechar residuos tóxicos. La chatarra electrónica contiene metales pesados muy contaminantes, como el plomo, el mercurio o el cromo, que sin los tratamientos necesarios son letales para quien los manipula en aquellos vertederos africanos. Aquí se puede consultar el mapa de Puntos Limpios y de establecimientos donde entregar los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE).

De ese reciclaje bien hecho ya hay empresas que, conscientes del peligro y de que la sostenibilidad es la base para cualquier modelo de negocio que pretenda ser duradero, se han puesto manos a la obra con la fabricación de electrodomésticos con materiales reciclados y biocompuestos, como es el caso de Beko. Dos ejemplos: la lavadora y la lavasecadora RecycledTub fabricadas con residuos plásticos que han sido transformados en una materia prima alternativa (aproximadamente hasta 60 botellas de PET de 0,5L). En relación al reciclaje generado desde que se inició el proyecto en 2017, la compañía ha logrado reciclar 58 millones de botellas de plástico con una reducción de las emisiones de CO2 de casi 2.200 toneladas. 

El consumo masivo de dispositivos electrónicos en los países ricos tiene su cara oscura en esa chatarra tecnológica que ahoga al Tercer Mundo. 

El reciclaje electrónico solo requiere de toma de conciencia y un poco de voluntad por parte del consumidor para que sea algo integrado en nuestras rutinas, como ya lo es el reciclado de papel o de plástico a nivel casero. Gracias a los puntos de entrega, los ciudadanos contribuyen a que esos residuos electrónicos puedan ser tratados, reciclados y recuperados correctamente. Esos puntos de entrega son piezas clave dentro del modelo de la economía circular. 

Por ley, todos los aparatos electrónicos deben reciclarse en plantas autorizadas. Esas cadenas de reciclaje, a la vez que permiten el tratamiento correcto de la basura electrónica, dan trabajo a las personas que, aquí sí, parapetados tras ropas y máscaras de seguridad, manipulan correctamente los materiales. Los robos en Puntos Limpios y el tráfico ilegal de residuos tóxicos, como los contaminantes gases CFC presentes en los frigoríficos, por ejemplo, liberan grandes cantidades de dióxido de carbono e la atmósfera. 

Los contenedores llenos de basura electrónica de los países ricos viajan por los mares, como los fardos de droga, sorteando la legalidad, dando, por un lado, enormes beneficios económicos a los traficantes y, por otro, provocando una imparable marea tóxica en países como Ghana, donde está uno de los vertederos electrónicos más grandes del mundo, Agbogbloshie, en Accra. El consumo de productos electrónicos no se detiene, sobre todo en países emergentes, así que solo nos queda concienciarnos y actuar para detener la tragedia electrónica. 

La fundación Ecolec gestionó en la Comunitat Valenciana un total de 15.090 toneladas de estos materiales durante 2021, lo que supuso un incremento del 11 % con respecto al año anterior, en el que se gestionaron 13.550 toneladas.

La fundación Ecolec, organización sin ánimo de lucro que centra su actividad en el reciclaje de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), gestionó en la Comunitat Valenciana un total de 15.090 toneladas de estos materiales durante 2021, lo que supuso un incremento del 11 % con respecto al año anterior, en el que se gestionaron 13.550 toneladas, lo que viene a reconocer el esfuerzo realizado en este sentido por parte de la ciudadanía. 

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