Mercat Central, diseñado para la eternidad
27 Nov 2020 /

Mercat Central, diseñado para la eternidad

Antonio Gala, uno de los últimos poetas mediterráneos cuya popularidad fue equiparable a la de una estrella del rock, dice que siempre que visita una ciudad acude a su cementerio y a su mercado. Se aproxima a la historia de sus muertos para comprender su pasado, pero también “a celebración de los vivos” que sucede diariamente en el melting pot de especias, frutas y vecinos. El Mercat Central, además de ser uno de los más grandes de Europa, se ha convertido en ese lugar capaz de aglutinar la riqueza agrícola e histórica de la ciudad. Sobre todo, de mantener conectada a su ciudadanía a través del tránsito espontáneo, intercultural y generacional de sus clientes sin cerrarse a sus visitantes.

El Mercat Central es conocido como “la catedral de los sentidos”. Pero ese templo es tan pagano como lo son la Lonja de la Seda o las Fallas, Patrimonio Material e Inmaterial de València para la UNESCO, y cuyos orígenes son civiles. Es también el escaparate de una de las huertas europeas con mayores índices de calidad en hortalizas y cítricos. El campo valenciano, que irradia vida al resto del continente, se exhibe en los puestos y pasillos de este edificio industrial con poco más de 90 años. Pero no cabe olvidar que sus innovadoras cúpulas inclinadas son hoy el moderno techo del zoco musulmán que fue, consolidado por la Corona de Aragón que dominó buena parte del Mediterráneo medieval.

A diferencia de otros mercados de abastos en las grandes ciudades, el Central de València mantiene su actividad habitual, siendo el comercio favorito de las y los valencianos que lo rodean. Una convivencia que incluye las constantes aclamaciones por parte de la prensa internacional sobre su necesaria visita (The Guardian, Lonley Planet, BBC…) para comprender el carácter, el pensamiento y la inquietud estética de la capital valenciana. Aunque es habitual que los turistas deambulen absortos por sus pasillos, jóvenes, padres y ancianas venerables sostienen con su compra cotidiana este icono local.

El Central es solo uno de los 17 mercados València, aunque ningún otro es capaz de filtrar la luz como esta construcción. La cerámica, el hierro y la piedra, convierten a este espacio dedicado al comercio en uno de los más fotografiados del mundo. No es una sorpresa para quien habita esta ciudad de comerciantes, que son quienes han dominado su historia ya sea a través de la seda o el mueble, conscientes de cómo su artesanía y vocación por el refinamiento ha enriquecido a las sociedades de los últimos siglos. Tanto que no solo lo han hecho a través de la transformación industrial, sino también con los cítricos –tan presentes en el Mercat Central– que inauguraron el auge de la exportación agrícola en el siglo XIX a través de marcas, etiquetas, embalajes y pioneros de las compañías naranjeras.

La cerámica, el hierro y la piedra, convierten a este espacio dedicado al comercio en uno de los más fotografiados del mundo.

La huerta, la identidad de nuestros mercaderes y el puerto de mayor actividad a este lado del Mediterráneo, han convertido a València en una de las más beneficiadas por la inmigración, las lenguas, los contrastes culturales y hasta el turismo. Algo hay de todo ello en este edificio que bombea calidad de vida a través de sus productos frescos, su ajetreo constante y su feliz conversación. Una bullicio tan significativo que se transmite hasta la veleta de una de sus cúpulas, coronada por una cotorra. Ese símbolo fue puesto en valor por el estudio creativo y de diseño Filmac, cuando reformuló su marca en 2012. Una estética pionera y diferenciada, acorde a la inquietud de sus vendedoras y vendedores que ya vendían a través de internet en 1996.

La cotorra dignifica la más habitual de las virtudes de este centro cultural: las conversaciones, el chascarrillo, el comentario y la interrelación humana. Un tránsito de ideas y pensamientos intercultural e intergeneracional.

En mitad de lo hablado, la transacción de sabores llegados de ultramar y la adoración por su vergel milenario. Una tradición comercial que ha sobrevivido a civilizaciones, guerras y tiempos difíciles. El Mercat Central concentra todos esos aprendizajes, inspira relatos visuales (desde el innovador modernismo de su arquitectura hasta su enriquecida etiqueta en Instagram) y vende los productos más frescos día tras día. Lo hace a cualquiera, vecino o visitante, desde hace siglos porque está diseñado social y visualmente para la eternidad.

El Mercat Central inspira relatos visuales y vende los productos más frescos día tras día.

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