¿Qué pasa con nuestros restos orgánicos?
14 Oct 2022 /

¿Qué pasa con nuestros restos orgánicos?

Hace unos años aparecieron en nuestra vida una nueva serie de contenedores: los de color marrón.  Estos sirven para recoger los restos de alimentos, tales como pieles de frutas, espinas de pescado, cáscaras de huevo o los posos del café, así como servilletas y papel de cocina con manchas de comida o incluso plantas. Todo ello se convertirá en compost. Todos estos materiales recogidos y compostados conforman un excelente abono para la huerta valenciana.

Más del 40% por ciento del contenido de nuestra bolsa de basura es residuo orgánico. En apenas dos años, los residuos orgánicos recogidos en el área metropolitana de la ciudad de València han permitido producir más de 18.000 toneladas de compost de alta calidad para enriquecer los campos de cultivo y completar el ciclo de la economía circular.

La Entidad Metropolitana para el Tratamiento de Residuos de València (EMTRE) es la encargada del tratamiento del contenido de estos contenedores y de su reutilización.

Uno de los errores más comunes en el uso de estos contenedores marrones es tirar restos no orgánicos como: objetos de cerámica, pañales, colillas, chicles, toallitas húmedas, arena para mascotas, pelo o polvo.

Ligar diseño y restos orgánicos es uno de los grandes desafíos en los que trabajan muchos estudios de diseño. Generar packagings capaces de, una vez acabado su ciclo de vida, poder compostar directamente y devolver a la tierra como fertilizante.

Gracias al ecodiseño, es decir, al proceso de diseño que considera todas las etapas del desarrollo de un proyecto, se puede generar el mínimo impacto ambiental posible a lo largo de todo el ciclo de vida. Todo ello sumado a que el 70% del impacto ambiental de cualquier producto/pieza gráfica se decide durante la fase inicial, es clave para sentar a un profesional del diseño sensibilizado a decidir y crear el futuro de un producto.

Para la diseñadora Nuria Vila, «hemos de pensar siempre en circularidad. De la tierra a la tierra. Y para diseñar bien primero tenemos que reducir, reutilizar y, como última opción, reciclar. Y es en esa última opción donde podemos pensar en un envase que tenga bien especificada la tipología de material en el packaging y donde debe tirarse. Si diseñamos packs compostables tenemos que comunicarlo muy claramente para no llevar a equívoco a ningún consumidor. Ocurre mucho que el plástico de origen natural como el PLA, que en su mayoría viene del almidón de maíz, no está bien especificado su origen y la gente lo tira con los plásticos, contaminando así la cadena de reciclaje. Si usamos materiales de origen vegetal (que son compostables) intentemos que vengan de residuos como la caña de azúcar, el bambú entre otros, y así no usamos lo que pueda ser alimento para hacer packagings», explica.

Packaging sostenible

Ya son muchos los estudios de diseño que trabajan en la optimización de sus productos, sustituyendo materiales no biodegradables por otros que sí lo son, por ejemplo a base de hongos o de otros productos naturales. La tecnología y el tratamiento de este tipo de materiales permite generar de manera industrial nuevos embalajes de bajo impacto que mantengan al mismo tiempo las condiciones de los materiales que embalan. Existe un organismo internacional, la Sustainable Packaging Coalition, que resulta una buena fuente de información con la que aprender sobre packaging reciclable y descubrir el tipo de packaging certificado que utilizan otras empresas.

Sin embargo, y como apuntaba Nuria, antes de reciclar lo mejor es reutilizar. Y ya son muchas las marcas que apuestan por ello. Ejemplo de ello es el proyecto Loop de Terraclycle, que trabaja con grandes marcas para generar envases higiénicamente limpios y rellenables para marcas tan conocidas como Häagen Dazs, Nestle, L’Oreal o muchas otras. 

Otras firmas referentes y grandes consumidoras de packaging, como Starbucks, ya están implementando proyectos piloto en espacios concretos para la reutilización de tazas y la retirada de sus vasos de papel. 

Más artículos y referentes: https://graffica.info/consejos-packaging-sostenible/

Vemos la belleza en las piezas de la naturaleza que la gente llama desechos. De la semilla al árbol, del árbol a la vida. Nuestro objetivo es demostrar que podemos crear cualquier cosa de la naturaleza sin consumirla.

Estudios líderes

Desde Estambul, conocemos al estudio Ottan. A partir de materiales como cáscaras de fruta, cáscaras de nueces, hojas caídas o césped cortado desarrollan productos como azulejos, mesas, posavasos o lámparas. De esta forma generan productos de uso cotidiano dejando de usar para ello otros materiales más cotidianos como la madera, todo ello sin tener que prescindir de diseños con colores o texturas.

Productos y materiales de economía circular: el ejemplo de Decafé

Los residuos del café pueden ser la materia prima con la que crear lámparas y accesorios de alta calidad. La necesidad de crear un mundo mejor a partir de restos orgánicos que cada día acaban en la basura era una inquietud del diseñador Raúl Laurí  que le llevó hasta la creación de Decafé. A través de un proceso artesanal basado en técnicas culinarias, este diseñador alicantino convierte los posos de café en productos tan preciados como lámparas, joyas o complementos.

Para el consumidor es una herramienta muy amigable para priorizar aquellos alimentos menos frescos a la hora de cocinar, con la ventaja de que funciona incluso después de que el envase haya sido abierto o desechado. Sí, mientras la etiqueta esté en contacto con el alimento, tendremos información sobre su estado en tiempo real.  

Etiquetas inteligentes  

La empresa española Oscillium ha desarrollado etiquetas inteligentes biodegradables que cambian de color a medida que el alimento pierde frescura.  Para el comerciante la etiqueta funciona como una alarma visual que le permite identificar rápidamente qué productos se han visto alterados durante el transporte y almacenamiento, cuáles requieren de una salida más inmediata o cuáles pueden ser donados a quienes más lo necesitan.  

Esta innovación es especialmente interesante porque garantiza que los alimentos no van a acabar en la basura por un error en la interpretación de las etiquetas convencionales. De hecho, según los datos, el 10% de los alimentos desperdiciados en la Unión Europea se asocia al marcado de la fecha y el 50% de ellos se produce en los hogares. 

Huertos urbanos

Existe una nueva tendencia en las ciudades europeas que pasa por la creación de huertos urbanos donde la gente no solo cultiva sus alimentos, sino que aprende a valorar la agricultura ecológica. La ciudad de València tiene 48 huertos urbanos.  Unos son proyectos públicos y otros surgieron por iniciativas particulares, pero todos ellos contribuyen al aprovechamiento de la tierra y de los recursos de forma local, además de promover una ciudad verde y una educación para los más pequeños en el respeto por la tierra.

¿Quieres recibir nuestras noticias?

Suscríbete