Es importante preguntarse, por tanto, si las escuelas actuales de diseño están preparando a su alumnado para semejante reto de futuro. Cabe incluso cuestionarse si es necesario hacer algún cambio, dado que lo valioso del pensamiento de diseño es precisamente la forma en la que sus profesionales, espontáneamente, han estado abordando cualquier reto, desde mucho antes de que se planteara este debate, en los más variados campos de actuación. Lo que está demostrado es que cuando se incluye a personas con experiencia profesional de diseño en cualquier equipo, y se emplean procesos y métodos propios del diseño, los resultados permiten superar obstáculos aparentemente insalvables. Esto es muy útil en el ámbito empresarial, pero puede ser determinante si se aplica a la política y a los grandes retos de nuestra sociedad.
¿Significa eso que las políticas de diseño son una salida laboral para las carreras de diseño o una posible evolución en el perfil de los y las profesionales con experiencia? Mi opinión es que sí, y de forma muy amplia. Por un lado, lo que se conoce como policy makers (aquellas personas que generan políticas, es decir, cargos electos, funcionarios y departamentos técnicos) cuentan cada vez más con profesionales del diseño para la busca de soluciones, bien solicitando asesoramiento consultivo o formando parte de equipos. Un ejemplo próximo es el recientemente creado Consell Local del Disseny de la ciutat de València. El término «diseño de políticas» viene utilizándose al menos desde los años 80 del pasado siglo, aunque no se identifica con un perfil profesional concreto. En los últimos años han empezado a proliferar en todo el mundo los llamados policy labs (laboratorios de políticas), equipos multidisciplinares para apoyar a quienes toman las decisiones proporcionando soluciones innovadoras basadas en investigación empírica y utilizando métodos y procesos propios del diseño.