World Design Spotlight: la palmera de Pepe Gimeno
09 May 2022 /

World Design Spotlight: la palmera de Pepe Gimeno

Cuando alguien pisa la Comunitat Valenciana, bien sea entrando desde el norte o subiendo desde el sur, una de las cosas que primero se encuentra, en cuanto se acerca a una playa o a un sitio de interés en la montaña, es la palmera que diseñó Pepe Gimeno para el turismo institucional en los años 80. Una palmera que ha pervivido a lo largo de las décadas y que nació con los avatares propios de su tiempo. 

“Nos presentamos a la propuesta lanzada por la Administración, por el Instituto Turístico Valenciano (ITVA) concretamente, en un grupo de tres diseñadores (Paco Bascuñán, Cándido Pérez y yo) con tres propuestas diferentes. Las habíamos elaborado sin briefing ni nada parecido, apenas unas pistas sobre la idea que llevaban, que era alcanzar un símbolo único”, explica el diseñador Pepe Gimeno. 

“El árbol de la palmera está presente en el paisaje de la Comunitat Valenciana, las ves por todo el territorio, así que a ese dibujo inicial vegetal se me ocurrió añadirle los colores de la bandera, de forma que era una palmera pero también una especie de fuegos artificiales. Ambos elementos, palmera y fuegos artificiales, muy valencianos”.

“De los tres proyectos que presentamos escogieron la palmera que, al principio, era solo para las oficinas de Turismo y para algunos carteles. Al poco tiempo, la conselleria de Turismo se apropió, en el buen sentido, del símbolo pero lo mezclaron con las letras de la marca que querían impulsar en ese momento, Mediterrània, diseñada por Javier Mariscal. Se juntaron dos elementos gráficos en una sola imagen. Me costó años de reivindicar que la palmera era un diseño mío, hubo bastante confusión al mezclarse el trabajo de dos diseñadores diferentes en una sola identidad”, explica Gimeno. 

“Los vaivenes políticos tumbaron la propuesta de Mediterrània  pero dejaron en pie la palmera y se empieza a trabajar sobre ella como símbolo único para toda la señalética referente al turismo de la Comunitat. Desde entonces la palmera ha ido creciendo, ha marcado playas, lugares de turismo interior … se ha utilizado muchísimo”.

“El diseño fue fácilmente aceptado, los clientes sabían lo que se hacían y apostaron, sin dudarlo, por la palmera. Ellos conocían el mercado donde se movían, el medio se lo sabían muy bien, era su sector, no el mío. Pero el secreto de un diseñador está en escuchar mucho para conocer todo lo que el cliente te puede contar. Saber escuchar y saber ver es una de las partes más importantes de este trabajo. Traducir esa información para trasladarla a una imagen. Traducir, limpiar y dibujar el concepto deseado. La labor del diseñador también es muy intuitiva. Ahí está la creatividad”.

El árbol de la palmera está presente en el paisaje de la Comunitat Valenciana, las ves por todo el territorio, así que a ese dibujo inicial vegetal se me ocurrió añadirle los colores de la bandera, de forma que era una palmera pero también una especie de fuegos artificiales. Ambos elementos, palmera y fuegos artificiales, muy valencianos.

La palmera de Gimeno es un símbolo que nació con estrella. “El ámbito turístico de la Comunitat siempre ha estado muy sectorizado y bastante dividido por zonas geográficas, habían sido conflictivas las diferentes denominaciones … pero este símbolo fue un punto de unión y todos han querido estar bajo el paraguas de esta palmera. Ni con los diferentes cambios políticos se ha movido, pese a algún intento. El sector turístico lo ha apoyado fuerte y eso ha sido muy importante para su continuidad”, apunta el diseñador.

El dibujo original analógico de la palmera era con rasgos de carboncillo que se entrecruzaban, una silueta rasgada y muy rugosa que, cuando llega el momento de digitalizarlo, hay que aligerar porque si no es imposible de manejar. 

Llega el momento de rediseñarlo, estamos en el año 98. La palmera queda con la misma estructura pero lo vamos geometrizando, dejando un vector mucho más sencillo. Los colores se adecuan también a la cuatricomía para ajustarlo y la palmera se hace con el trazo más robusto, adaptado a las modas visuales. También se cambia la denominación, dejándolo solo en Turisme, y se aprovecha ese cambio de denominación para modificar su tipografía, de forma leve, para que sea también más robusta. Más potente, que manche más. Que se vea más, en definitiva”.

Pese a las actualizaciones, mínimas, el diseño sigue siendo actual “El tiempo lo ha tratado bien. Me suele pasar con mis diseños, envejecen bien. A veces me cuesta explicar eso a los clientes al principio, pero el tiempo me da la razón (risas)”. 

Los avatares que sufre cada diseño son inciertos, “nunca sabes cómo va a ser la vida de cada diseño. Entran en juego muchos factores para que un diseño perviva. Los cambios políticos han dejado muchos buenos diseños encerrados en cajones”, apunta.

¿Ese trabajo visto con perspectiva qué te aportó? “Este trabajo ha tenido muchos vaivenes, y muchas aplicaciones diferentes, esta campaña ha sido muy importante para nuestro estudio porque ha tenido una presencia constante en la sociedad. Ha sido una experiencia buenísima”. 

La idea de que una creación tuya se vea tanto en Orihuela como en Benicassim, de lado a lado de la Comunitat … ¿te da orgullo? “Siempre que veo ese diseño por ahí me retrotraigo al momento de presentarlo, a las dudas, las variables … tu saltas, luego ya ves qué tal ha ido el salto. Qué cosas tiene la vida, este diseño qué recorrido tan largo”. 

Llega el momento de rediseñarlo, estamos en el año 98. La palmera queda con la misma estructura pero lo vamos geometrizando, dejando un vector mucho más sencillo. Los colores se adecuan también a la cuatricomía para ajustarlo y la palmera se hace con el trazo más robusto, adaptado a las modas visuales.

“Al principio alucinaba al ver mis diseños por la ciudad, ahora ya me he acostumbrado. El logo de Les Corts, el de la EMT, la palmera … es bonito. También es cierto que llevo mucho tiempo trabajando. He estado en el momento justo, recuerdo hablarlo con Paco Bascuñán y decir “hay que aprovecharlo”, era un momento muy interesante pero también era duro, en los 80 estábamos tragando el retraso que teníamos con respecto a Europa, de 25 años al menos, en todo”. 

“No teníamos la formación necesaria, era afrontar la vida sin tener ni idea, sin acceso a referentes (por idioma, por ejemplo), teníamos lastres de partida, estaba todo por hacer pero no era tan fácil hacerlo. Era todo una hojarasca y había que descubrir por dónde iba el camino. Éramos jóvenes e intrépidos. La ignorancia te lanza (risas)”, explica.

“Yo arriesgué mucho porque dejé de hacer cosas al decidirme por el campo creativo pero no sabía bien qué: mi padre era agricultor, mi madre trabajaba en casa … yo quería hacer algo artístico pero no tenía modelos por los que guiarme. Al principio me incliné por el interiorismo, entré en la escuela donde descubrí el dibujo publicitario. Aquello era lo que, luego, sería la escuela de diseño. Todos los profesores eran de Bellas Artes, mi formación, por tanto, era muy artística y cero gráfica. Salí con muchas carencias técnicas que tuve que ir aprendiendo por mi cuenta. Cuando empiezas a trabajar ves todo lo que no sabes. El bagaje artístico, que sí lo tenía, lo valoré más tarde. Somos una generación puente entre lo analógico y lo digital, hemos vivido ambas y, eso, también enriquece. Aunque tenga sus limitaciones, hemos sido bastante privilegiados”. 

“Estás siempre en manos del azar. Las circunstancias han sido favorables, hay que dar gracias a la providencia porque, es verdad que tenemos mucha trayectoria, pero nunca sabes cómo funcionará cada diseño. Es un misterio. Este mundo es muy incierto, nunca tienes la seguridad absoluta de que vaya a funcionar. El tiempo es el que juzga, por eso tienes que aprender a relativizar las cosas”, concluye el Premio Nacional de Diseño 2020.

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